Otras construcciones

Junto a las casas labriegas aparecen en ocasiones otras construcciones adjetivas. Algunas anexas a las casas, como los hornos, de forma semicircular. Otras se emplazan en su entorno, como los cobertizos, de diversas tipologías, los palomares, muy escasos, ya que sólo recordamos uno en Cornedo (Sésamo), o los pozos, de los que encontramos varios modelos: con pretil circular o poligonal, hecho de cantería, sin cubrición, otros cubiertos con una caseta cuadrangular, con partes de cantería y otras de cascotería, y con una puerta de madera encima del pretil, y, los más sencillos, hechos de mampostería. En algún caso, como en A Corveira (Rutis), el pozo, de hormigón, fue construido por iniciativa municipal, con fines comunitarios.

También abundan en el ayuntamiento los lavaderos, muchas veces emplazados junto a las fuentes. Aunque la mayor parte de ellos son relativamente recientes, estando construidos con hormigón, hay algunos rústicos, consistentes simplemente en una agrupación de lajas en la orilla del río. También se conservan en algunas casas, siendo de propiedad particular, lavaderos rectangulares, de cantería, así como pilas, también de cantería, en las que bebían los animales.

Relacionadas con la propiedad de la tierra están los modos de dividir las heredades. Sus tipologías son variadas, yendo, según decrece su simplicidad, desde el marco de piedra (la forma más primitiva y tradicional), pasando por la cuneta y acabando en los vallados o "cómaros", pequeños muros de tierra, piedra, o ambos materiales mezclados. Asimismo se utiliza como material de cerramiento la madera. Para entrar en la heredad se deja un hueco, muchas veces ocupado por una pequeña puerta de madera. Las casas y sus construcciones adjetivas pueden estar cerradas por muros de piedra, cierres de madera o de vegetación natural. En los últimos tiempos se están utilizando columnas de hormigón, colocadas de trecho en trecho, y cerradas con alambre, telas metálicas o muros de bloque. Las tipologías de las divisiones de las heredades son, pues, variadas.

Relacionadas con las actividades en la Ría do Burgo están las ramplas. Hace pocas décadas, varias familias de O Burgo y Rutis se dedicaban a la extracción de arena de la ría, utilizando barcazas. Por otra parte, la actividad marisquera también ocupa mucha gente. Las ramplas, pues, cumplían la función de servir para subir a tierra las barcazas, las chalanas y los botes, para ser reparados o pintados: es decir, cumplen función de varaderos. Un buen ejemplo sería la rampla de Fonteculler. También todavía existen los criaderos de moluscos, parcelados con pequeños muritos de piedras y palos, aunque en concesiones particulares..

En otros lugares de la Ría, se reforzaron las orillas del litoral con muros de piedra, de aparejo irregular, a veces con escaleras; su función es servir para arrimar las embarcaciones o para subir a tierra.

En ocasiones, se aprovecha la propia Naturaleza para trabajos comunitarios. Un ejemplo son las piedras malladoras, a veces retocadas ligeramente, a las que se iba a mallar los cereales. Una bien conocida es la de Toroño.

Hay también espacios comunitarios, como os atrios de las iglesias, que se cierran con un pequeño muro de mampostería, colocándose lajas rectangulares, a veces empotradas en el muro, para ser utilizadas como asientos. Respecto de los campos de las fiestas, normalmente carecían de mobiliario, salvo el poste colocado en el centro del campo que luego servía para la instalación del alumbrado artístico. En los últimos años se han arreglado el de Sésamo, en entorno de la ermita de San Cosme, construyéndose en el, siguiendo modelos populares (piedra, teja, etc.) un palco de música y un pequeño bar, lo que se denomina bochinche. También en el reordenamiento y arreglo del parque de Celas se construyeron palcos y otras construcciones adjetivas, como lareiras y fuentes. En Almeiras asimismo se preparó el campo de la fiesta, formando en la actualidad una pequeña plaza, con crucero, un pequeño muro cerrando el recinto, etc.

No sabemos que mobiliario tenía el campo de la feria de Peiro de Riba (Celas), la única que existió en Culleredo. Aunque en los últimos años se modificó considerablemente, con la construcción de un pequeño consultorio médico o la pista polideportiva, y se colocaron bancos y mesas de piedra, suponemos que, aparte de la fuente y el lavadero, tendría también bancos de piedra para descansar. Por otra parte, si había algún recinto para los animales, sería de madera. Este espacio comunitario, que servía también para la fiesta patronal, estaba enmarcado en uno de sus extremos por la desaparecida capilla de Santo Outel, advocación de gran tradición en la parroquia, hasta el punto que todavía pervive la costumbre de bendecir los canes el día de su celebración. También jugarían un importante papel los árboles: todavía se conservan muchos plátanos, y otras especies arbóreas, esparcidas por el lugar, que darían sombra a personas y animales.

En algunas viviendas, sobre todo pazos, se conservan en la actualidad relojes de sol, con funcionalidad en el pasado pero hoy convertidos en motivos ornamentales.

Aunque hoy la apicultura es minoritaria, existieron en Culleredo numerosas colmenas en siglos pasados. Las actuales colmenas, modernas, ya no se fabrican en casa, sino que se compran, puesto que los actuales diseños permiten una mayor producción de miel y cera.

 

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